martes, 28 de abril de 2009

Sexo Débil

Quería de todas formas hacerla llegar al clímax. Lo había intentado todo, había humedecido sus senos, tocado su sexo y besado hasta el cansancio cada parte de su cuerpo.
Ella gemía como siempre, eso era lo que precisamente a él lo hacia dudar de todo.
No había forma de hacerle sentir algo distinto, ella tenia el control de todo y a todos podía mentirles por igual. Él era diferente, él quería dejarle a ella lo que los otros no.
Cansado por el momento se dejó llevar, ella era demasiado fuerte y tomaba el control de la situación una y otra vez, ella si sabia lo que ellos querían que sepa.
Entonces llegó el momento, como siempre ella quería terminarlo rápido y placentero para él. Tomó la posta y cual yegua salvaje lo montó. Sentía el sudor de sus manos corretear por sus grandes muslos, disfrutaba con el quiebre de cintura, el rozar de su pubis contra su pelvis. Cerró los ojos e intentó por ella misma.
Otra vez cayó en la cuenta que no hay como la satisfacción personal para saciar aquello que los otros no pueden dar.
Solo la costumbre y el no perder el roce con lo ajeno la envuelven en esos trances que no llegan ni a calmar ansiedades.

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