sábado, 15 de noviembre de 2008

Klimt, El beso.


Enciendo un cigarrillo, mis manos están temblorosas, mis labios tensos luego de tan amarga despedida.
Camino un par de cuadras y me pongo a pensar en el mismo desenlace de nuestro encuentros.
Él había cruzado la calle, dío medio vuelta, sus ojos se posicionaron en mí.
Presioné suavemente mis mejillas, mis pómulos se alzaron, mis labios se humedecieron.
Percibí la languidez en la fisonomía de mi cara. Mis ojos se expandieron mucho más de lo habitual. Presioné suavemente la mandíbula; luego los músculos tensos se relajaron.
Él lo recibió.



Daniela Espina.

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