domingo, 16 de noviembre de 2008

Mother




Sonó el teléfono, hubo un silencio y luego sucedió.
Diez y dos minutos, su voz débil fue inconfundible.
Luego de los típicos rodeos, me invitò.
Corté con intenciones de huir lejos de sus persistentes sofoques; no pude.
Odio tener que ir de registro.
Conseguí lo que me pidió, compré dos. De seguro que se enfurece; pensé.
Llegué con dos minutos de menos. Miré el portón, vislumbré sus ojos.
Me fuì.


Por: Daniela Espina.



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