miércoles, 19 de noviembre de 2008

Y sin embargo


Conocí a alguien alguna vez.
Conocí a alguien que me contó una historia. Una de esas historias de la vida que uno suele escuchar de quien menos lo espera.
Me contó de una mujer no tan mujer creída doncella. Se escapaba de los cuentos de hadas para poder vivir una vida como cualquier otra.
Le gustaba poder mezclarse entre la multitud sin ser descubierta. Le gustaba pasar desapercibida frente a los ojos inquisitivos de la fría sociedad. Ocultaba su frágil corazón detrás de grandes capas de tela color carmín.
Tenia un andar veloz pero dubitativo. Iba por la vida con la mira fija en la meta, cual caballo de carrera.
Soñaba con castillos gigantes, brujas malvadas, dragones, bosques encantados y príncipes azules. Soñaba tanto que cuando despertaba creía todavía estar soñando. Confundía realidades con cuentos para niños.
A pesar de no hallarse cómoda en la realidad que le tocaba vivir, siempre se inventaba aluna nueva historia para acortar su rutina. Le encantaban las de amor. Siempre quiso vivir alguna real. Todas sus historias solo fueron de encuentros fugaces donde el amor duraba solo un instante y luego se desvanecía. Amaba sentir esas cosquillas en la panza, dormir abrazada a la almohada esperando el otro día solo para ver a quien de turno ocupaba sus pensamientos.
En la intimidad de sus noches solo deseaba volver a aquel castillo dorado, hallarse en su torre de prisionera para esperar el alba y la llegada de su rey. Lo deseaba tan profundamente que frente a todo lo demás se mostraba indiferente, fría y hasta muchas veces superada.
Nadie sospechaba que detrás de ese porte autosuficiente se escondía una triste niña con envoltura de mujer. Nadie sospechaba que esa doncella a quien varios admiraban por su gran valentía y fuerza para seguir el camino empedrado era solo una pequeña invalidada por sus miedos a la vida y al amor. Nadie sospechaba que cuanto mas amaba mas se enfriaba y mas se acomodaba al perfil de la sociedad que tanto odiaba.
Nadie sospechaba nada hasta que un día s dispuso a contar.


Daniela Espina

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