sábado, 15 de noviembre de 2008

Mi mundo de papel


Ese domingo 3 de julio había sido el comienzo del final.
Derrumbaron la puerta y me hallaron derrotado junto a una de las tantas estanterías de la biblioteca, rodeado de los grandes clásicos de la literatura de los últimos tiempos.
Hacia varios días que no podía salir de eso que un día fue solo un agradable pasatiempo y hoy se convertía en mi gran pesadilla.
Las puntas en el lado izquierdo de mi cabeza, las alucinaciones por la noche y la reescritura sobre la pared de aquellos párrafos persistentes en mi mente, fueron algunos de los síntomas consecuentes de mi gran obsesión.
Mi pequeño palacio de grandes jardines hoy era el fiel testigo de la ruina de un hombre hundido en la demencia.
Este chaleco con sus grandes y fuertes ganchos es el único sustento a la vida.
Estoy débil, enfermo, convertido en lo que mi madre siempre quiso, un enviciado a las letras impresas sobre hojas de papel envueltas en grandes tapas de cartón.
Ella fue quien me regalo mi primer libro, “La Metamorfosis” de Kafka.
Hoy soy una cucaracha encerrada en 4 paredes.
Mi cuarto tiene una sola ventana, una puerta con doble cerradura, un escritorio, una silla y un hombre que pudo safar de sus ataduras y se dispuso a contar.
Había sido la misma bibliotecaria de ojos saltones quien junto a mi madre me indujo a mi gran desvarío emocional.
Aquel domingo fue ella misma quien dio aviso a la policía, al haber encontrado forzada la cerradura de la puerta de la biblioteca.
Hoy cierro los ojos y miles de autores pasan por mi mente, hoy cierro los ojos y el deseo de leer uno más agranda mis pupilas y estremece mi cuerpo.
Hoy la noche se apodera de mi habitación, me encuentro solitario aplastado por eso que se apodero de mi.
Entra la enfermera, avisa a los médicos; ahí vienen, la habitación se divide en paginas color ocre, es la formación de un nuevo escrito que tiene que ser ojeado por alguien.
El doctor ingresa a mi brazo cansado de la resistencia su jeringa. Nuevamente soy el elegido.



Daniela Espina.

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